Resiliencia, la habilidad positiva de seguir adelante. Por: Jenny Alexandra Henríquez
Por: Jenny Alexandra Henríquez R.
El término resiliencia procede
del latín, de resilio (re salio), que significa volver a saltar, rebotar,
reanimarse. La persona resiliente se caracteriza por ser competente y
tener habilidades positivas para afrontar algunas situaciones adversas.
Se podría decir que la resiliencia es una
disposición global y general que incluye otras competencias y habilidades más
específicas. Según Luthar (1993), la competencia social es una de las
características más importantes de las personas resilientes porque les permite
interactuar de manera positiva y eficaz en contextos diferentes.
Las personas con buenas
relaciones sociales obtienen refuerzos que elevan su autoestima y su bienestar,
así como el apoyo para emprender nuevos retos.
Aunque para los científicos
es un tema de las últimas décadas, la resiliencia es una cualidad universal que
ha existido desde siempre. Los historiadores la han reflejado al describir las
maneras en que las personas y los pueblos afrontan las adversidades y progresan
culturalmente. La literatura también está llena de personajes que han vivido en
la desgracia y han sido capaces de sobreponerse: “El patito feo”, Pulgarcito,
Cenicienta, Oliver Twist.
La capacidad de ajuste
personal y social a pesar de vivir en un contexto desfavorable y de haber
tenido experiencias traumáticas es lo que define a la personalidad resiliente.
Ese ajuste psicológico implica la capacidad de resistir a las adversidades, el
control sobre el curso de la propia vida, el optimismo y una visión positiva de
la existencia (Scheier y Carver, 1992). Por eso actualmente el concepto de
resiliencia y la psicología positiva han confluido y están aportando una visión
más completa y optimista del desarrollo humano, destacando las fortalezas que
favorecen el bienestar y la búsqueda de la felicidad. Aunque existen factores
constitucionales que favorecen la personalidad resiliente como el temperamento,
la salud, el sexo, la apariencia física o la inteligencia potencial, la
resiliencia es una cualidad que se puede aprender y perfeccionar. No existen
recetas sencillas en el trabajo social o en la educación con personas
desfavorecidas para favorecer la resiliencia, pero se comprueba que cuando se fundamenta
la intervención en los aspectos sanos y normales, en los puntos fuertes más que
en las deficiencias y debilidades, se deposita en los afectados una mirada
positiva que les hace creer en su posibilidad.
El psiquiatra francés Boris
Cyrulnick, uno de los autores más conocidos en el movimiento teórico de la
resiliencia, cuenta su proceso personal de resiliencia. Se escapó de los campos
de exterminio alemán mientras que su familia murió en la cámara de gas.
Posteriormente necesitó refugiarse en la imaginación y trasformar su rabia en
ayuda a los demás. Innumerables casos como éste son los antecedentes de la
resiliencia. El propio Cyrulnick (2001) pone ejemplos de personas famosas de todos
los ámbitos sociales: María Callas, Goerge Brassens, Edith Piaf, C. Andersen,
Marilin Monroe, una biografía reciente del poeta Gil de Biedma nos refleja
también cómo canalizó en la poesía el sufrimiento padecido por los abusos
sexuales durante su infancia (Dalamau, 2004). Son referencias de personas que
han padecido carencias afectivas, que han estado en centros de acogimiento, que
han sufrido abusos y maltrato, y a pesar de ello han salido adelante y han
podido llevar una vida productiva.
El concepto de resiliencia se
introduce en la psicología en la década de los ochenta a partir de los estudios
de E.E. Werner y R.S. Smith (1982), en una época en la que predominaba el
concepto de vulnerabilidad.
La resiliencia no está en los
seres excepcionales sino en las personas normales y en las variables naturales
del entorno inmediato. Por eso se entiende que es una cualidad humana universal
presente en todo tipo de situaciones difíciles y contextos desfavorecidos,
guerra, violencia, desastres, maltratos, explotaciones, abusos, y sirve para
hacerles frente y salir fortalecido e incluso transformado de la experiencia
(Vanistaendel, 2002).
La resiliencia comprende la capacidad de
construir o de realizarse positivamente pese a las dificultades (Vanistendael,
1995). Según este autor, el concepto incluye necesariamente la capacidad de la
persona o grupo de enfrentar adecuadamente las dificultades de una forma
socialmente aceptable y correcta. La mayoría de las características
individuales asociadas a la resiliencia proceden de la educación y por lo tanto
pueden aprenderse. Es un enfoque positivo y lleno de esperanza sobre las
posibilidades de llevar una vida normal en un medio desfavorecido, así como la
capacidad de afrontamiento, de recuperación e incluso de transformación
positiva y de enriquecimiento del ser humano tras haber sufrido las
experiencias traumáticas.
En definitiva, la resiliencia
está en contra de la fatalidad, en contra de la idea de que quienes han sido
maltratados o han vivido en un ambiente insano se convertirán en maltratadores
y conflictivos, o que quienes una vez fueron inadaptados no pueden ya cambiar.
Favorecer la resiliencia es
buscar el bienestar psicológico y promocionar la educación de calidad, la
autoestima personal y las habilidades comunicativas, y pensar que en todas las
etapas de la vida se puede cambiar y mejorar, contando con la decisión de los
implicados y el apoyo sincero de los de su entorno.
Comentarios
Publicar un comentario