El Machismo, un estilo de crianza que se repite.
La familia es el núcleo de la sociedad y en el hogar se
forman los valores que nuestros hijos llevarán hasta el final de sus días. Eso
significa que como padres tenemos influencias inimaginables en la crianza que
prodigamos a nuestra descendencia. Lo que sembremos en ellos desde pequeño es
lo que los definirá como adultos luego.
Por eso, es en el hogar que empezamos a evidenciar en nuestros
hijos la diferencia de roles. Dejamos claro las tareas que son propias de las
mujeres y las que son propias de los hombres. Desde pequeños determinamos
cuales ocupaciones corresponden a la mujer y cuales al hombre. Cito algunos
ejemplos: lavar los platos, ocuparse del ornato y la limpieza del hogar son
tareas de las mujeres, mientras, poner un bombillo, clavar, atornillar o
destornillar, son tareas propias del varón. Aquí se fomenta el machismo. Ojo:
si esos roles se invierten, estás formando una “marimacho” y un “mariposón”.
Heredamos patrones de crianza. Aceptamos entrar en una
dinámica de encasillar roles sin detenernos a identificar el por qué.
Pero las cosas no se quedan ahí, las emociones también se
moldean, las necesidades afectivas de un hombre no son importantes porque a los
niños no se les permite llorar, dejar ver que sufren, porque “los hombres no
lloran” y corren el riesgo de ser ridiculizados si las emociones salen a la
intemperie. El hombre debe ser el soporte de la mujer, debe estar preparado
para hacerle frente a los problemas, el escudo no debe ser vulnerable. Aquí se
fomenta el machismo.
Entonces, ¿Dónde inicia la actitud machista de la que tanto
nos quejamos las mujeres? Al igual que yo tú sabes la respuesta: en el hogar.
Te quejas de que tu marido no te “ayuda” con los niños (lo
que llamas ayuda es su responsabilidad de padre), que al igual que él trabajas
y, sin embargo, eres tú que asumes la preparación de la comida, las tareas de
los niños, las reuniones en el colegio, cumplir con el rol de esposa y amante,
mientras él solo suple. Ese es el niño que educaste ayer.
Pongámonos de acuerdo, antes de llegar a la adultez se
queman etapas. Y es en el desarrollo de esas etapas donde se van formando los
valores que constituyen importantes elementos para la predicción de conductas
futuras. Revisemos los patrones de crianza en nuestros hogares, quitemos las
etiquetas y privilegiemos al ser humano promoviendo la equidad. Es una ardua
tarea, pero como todas, inicia dando el primer paso.
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