Por: Jenny Alexandra
Henríquez R.
Emular la vida de Jesús no es
tarea fácil. Si creemos que por el simple hecho de congregarnos, asistir
frecuentemente a la iglesia los domingos y darnos mucho por el pecho nos hace Cristianos
y salvos, les tengo una noticia: no es así.
La vida de un Cristiano (utilizo
la palabra para referirme a todo aquel que ha decidido seguir a Cristo y no
como alguien perteneciente a tal o cual religión) está reflejada en los hechos,
no en las palabras.
Un verdadero Cristiano ama, ayuda
y se solidariza con las personas sin importar si el objeto de su amor, ayuda y
solidaridad se congrega, pertenece a tal o cual religión, coincide o no con las
doctrinas propias. Porque ofrecer amor y ser solidario no puede estar
condicionado. Si para amar, hablar y ser objeto del afecto de alguien debo
seguir patrones, entonces, debo revisar el concepto de Cristianismo.
La Biblia en Primera de Corintios
13 define muy claro lo que es el amor.
Desafortunadamente, con el paso
del tiempo hemos arraigado la creencia de pensar que, si voy a la iglesia soy Cristiano y que quien no
es asiduo visitante, no lo es.
He visto a muchos retirar la
palabra, negar el saludo, eliminar de contactos por el simple hecho de entender
que tal o cual persona no está a la altura de las expectativas (de quién?) del
hombre.
Espiritualmente naces de nuevo
cuando decides seguir a Cristo, entonces por qué nos empeñamos en juzgar, criticar,
falsear, especular? Esa no es la misión de un verdadero Cristiano. La misión es
revestirnos del amor de Cristo para poder ser pacientes con quien más nos
cuesta.
Una vez leí que “las manos que
ayudan son más nobles que los labios que rezan”. Con esto no estoy diciendo que
no vale orar. Sí, la oración tiene poder; pero si hechos y palabras no son
coherentes, la oración entonces sería un conjunto de palabras vacías.
Hagamos un alto y mirémonos desde
afuera. Qué ves? Un cretino o un Cristiano?
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