¿Quién se ha llevado a la abuela?
Dedicado a mi abuela, Lilian Henríquez.
Por: Jenny A. Henríquez Rodríguez
Empezaré a escribir diciendo que fui
criada por mi abuela, así que de entrada les digo que hablaré desde mi experiencia.
Mi abuela paterna, Lilian
Henríquez, era el amor hecho persona, dulce y delicada. Abnegada como la
que más y siempre presente en mi vida. Sus atenciones y cuidados empezaban con
el día. Al amanecer, cuando abría mis ojos, me encontraba con los suyos, verdes
como la esperanza, y luego de un beso, me decía muy quedo: “Dios te Bendiga morena, ¿Con qué quieres desayunar?
Hacía magia
para complacerme. ¡Y zas! nada más levantarme, ahí estaban esos huevitos
hervidos, con pan y un “jarrito” de café humeante. Al mediodía la comida, también, era a la carta. Siempre me preparaba una sabrosa ensalada de guineo con aguacate, que me encantaba.
Les confieso que mientras escribo me traslado a esa experiencia infantil, cuasi campestre.
Al anochecer. Al anochecer eran los momentos más
especiales: ella y yo. Me leía, y me ponía
a leer en voz alta. Cuando me equivocaba, me corregía. Enriqueció mi vocabulario
desde niña, pues un pequeño diccionario Nacho
reposaba en sus piernas para cuando yo no comprendiera algunas palabras,
buscara su significado.
Mi abuela me enseñó tanto! Me enseñó y modeló el valor de la amistad, la lealtad, la prudencia, la honestidad; pero sobre todo a ser temerosa de Dios. Sí, porque asistir a la iglesia los sábados en la noche y los domingos, en la mañana, no era negociable.
Cuando llamaba Morfeo, ella se levantaba de su
mecedora, ponía el mosquitero y me buscaba para descansar. Y yo, yo dormía en
la más cálida y reconfortante de las almohadas, su brazo.
Desde el año 1991 mi abuela no está físicamente,
sin embargo, mi corazón la nombra en cada latido y se alboroza mi alma cuando
recuerdo esos momentos. Ella me enseñó tantas cosas, entre ellas, importantizar los pequeños detalles.
Empero, muchos soles han quemado
desde esos tiempos.
Se han llevado la abuela de ayer.
Esa de rostro tierno y
afable, de mirada dulce y cálida. Sí, esa de la bata de “cuatro puertas”, la
que descansa en la mecedora de guano y te cuenta historias, la que te consuela
antes de saber lo que pasó.
La que tiene la palabra precisa en el momento
oportuno.
La que no importa lo que pase y lo que hagas, siempre está.
Las abuelas de hoy tienen otras características,
van desde el spa, la clase de yoga, viernes sociales, en fin, otro estilo de
vida.
No pretendo juzgar a nadie. Sé que los lazos de unión con los nietos
nunca dejarán de existir, sin importar las ocupaciones.
Sé que ha pasado mucho tiempo desde la muerte de mi abuela, pero mi amor por ella está más vivo que nunca, porque cuando siembras tanto y te entregas en cuerpo y
alma a una persona es imposible que te dejen ir, por eso, ese rostro florecido
de arrugas, de pelo color plata, que me dio todo, nadie se lo lleva.
Perfecto. El mosquetero mi abuela lo dejo corgando.
ResponderEliminarSin siquiera lograr conocerla el persona, las ganas de llorar mientras lo leo son imposibles de contener. Un articulo convertido en recuerdo
ResponderEliminarSin siquiera lograr conocerla el persona, las ganas de llorar mientras lo leo son imposibles de contener. Un articulo convertido en recuerdo
ResponderEliminarEs cierto, ese artículo se volvió un lindo recuerdo y una historia muy hermosa .
EliminarExcelentes palabras. Otra oportunidad única para conocer más a la persona por la cual llevo nombre.
ResponderEliminarMuy bonitas y merecidas palabras para doña Lilian Henríquez, fueron del corazón.
ResponderEliminarMuy tierno, hermoso artículo. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminar