¿Cuándo a la mujer dejó de llamársele dama?
Por: Jenny Alexandra Henríquez Rodríguez.
La pasión por la lectura me llegó desde muy pequeña inculcada por mi abuela, a la que noche tras noche veía leer cualquier libro que se cruzara por su camino. Aunque debo confesar que todo lo que se considerara romántico eran los tomos que sostenían sus manos.
La pasión por la lectura me llegó desde muy pequeña inculcada por mi abuela, a la que noche tras noche veía leer cualquier libro que se cruzara por su camino. Aunque debo confesar que todo lo que se considerara romántico eran los tomos que sostenían sus manos.
Cuando
abrí por primera vez una de estas románticas sagas me enamoré de ellas, porque
allí las mujeres eran respetadas, tratadas y nombradas como damas. De hecho,
los sinónimos para enaltecer tan sublime creación del Altísimo eran
innumerables. La mujer era la doncella, la moza, la señora, la joven, la
señorita, la fémina, la esposa, la dama…
Y
aquí está el punto: ¿cuándo fue que la mujer dejó de llamarse dama para
convertirse en una gata, en una perra, en una caballota, en una potra, en una
chapiadora? No lo sé con certeza, pero la llegada del género urbano o música de
calle a nuestro continente tuvo mucho que ver.
Me
preocupa observar como este género ha contaminado la mente de nuestras
jovencitas, las mismas que hoy día en las redes sociales se hacen llamar: “La
Potra Thu Real Negrota”, “La Chapiadora del Swaqquer”, La Perra Mayor”, “La
Perra Cotizadah”.
Inquieta
saber que se aceptan como buenos y válidos tantos adjetivos calificativos que
reducen a la mujer a nivel de “un perreo intenso” (y que conste que no tengo
nada en contra de este género musical, pero, cuando el contenido de sus letras
no es ofensivo.)
Alarma
que nuestras jóvenes de hoy entiendan que es divertido que se les llame “Chapiadora”
(dícese de la mujer que les quita el dinero a los hombres, que los “pela”).
Entristece pensar que nuestras jovencitas permiten palabras vulgares y obscenas
para referirse a su persona y que ellas mismas las asumen como título de honor
de una carrera culminada.
Indiscutiblemente
debemos revisarnos como sociedad y la única forma es yéndonos a su núcleo: la
familia, esa que se supone debe velar por la integridad y la formación en
valores de niños y jóvenes.
El
objetivo de este artículo no es juzgar, señalar, ni discriminar el género, ni
la clase indistinta que lo consume. El objetivo es que reflexionemos como
madres y padres integradores de una sociedad que agoniza en medio de un
bombardeo tóxico de publicidad donde la mujer es un objeto comercial y con
motes denigrantes acepta ese llamado y lo disfruta.
Como
padres no podemos tirar la toalla, darnos por vencido. Sé que el problema es
complejo, que la arista tiene varias caras y la obra muchos actores, pero hay
que hacerle frente y buscarle solución...Nuestras hijas se lo merecen.
Comentarios
Publicar un comentario